“Todas las opciones están abiertas”. Con esta insinuación Nicolas Sarkozy ha respondido ante la pregunta sobre un posible boicot a los Juegos Olímpicos de Beijing en protesta por la represión china en Tíbet. El presidente francés ha abierto la veda del debate internacional. Durão Barroso, presidente de la Comisión Europea, ha manifestado que el deporte debe estar separado de la política. El mismo argumento ha utilizado José Antonio Samaranch, miembro del COI, augurando que los atletas serían entonces “rehenes de las protestas”. EE.UU. se ha posicionado en contra del boicot, del que no piensa tomar parte, pero también en contra de que China no respete a las minorías ni la libertad de prensa. Por su parte, Alemania no ve el boicot a los Juegos como la solución adecuada. Entre medias están Reporteros Sin Fronteras, que aunque no abogan por el boicot, sí lo hacen por la ausencia de los líderes políticos en la ceremonia inaugural.
Sarkozy, que pidió “contención y fin de la violencia mediante el diálogo”, dice que hay que hacer ver a China la preocupación mundial que existe sobre la cuestión del Tibet. Por su parte, Rama Yade, secretaria de Estado de Derechos Humanos declaró que, a título personal, no descarta el boicot si la situación empeora.
¿No estamos ante otro claro caso de causa olvidada? Si China no fuera la sede de los Juegos Olímpicos, ni Sarkozy un político tan polémico, es seguro que la represión sufrida por los tibetanos acabaría cayendo en el saco roto de las noticias desgastadas. Hasta el momento, ni un solo presidente occidental se ha posicionado claramente a su lado. Angela Merkel ha sido la única que ha recibido al Dalai Lama. Y mientras periodistas y testigos son expulsados de la zona, la ‘comunidad internacional’ prefieren mirar a otra parte. La hipocresía del beneficio comercial frente a la defensa de los Derechos Humanos clama al Cielo. Quizá si Brad Pitt vuelve allí otros siete años...