8 de abril de 2009

XVII

Prácticamente todo el mundo tiene un número favorito, pero luego están los números especiales, no sé muy bien cómo definirlos.
Un número especial es ese que va contigo, que te pertenece igual que tú a él; una vez que entra en tu vida, sabes que va a estar contigo siempre. Pero no es que te vaya a perseguir, sino que te va a acompañar.


Pues mi número es el 17. El primer recuerdo que tenemos juntos es bonito. Cuando empecé a jugar en el equipo de fútbol de mi cole, emocionada, recibí la equipación: pantalón blanco y camiseta naranja. Y a la espalda, el número 7. Por aquella época, en el Real Madrid era un jovencísimo Raúl González en pleno auge quien lucía el '7', y por aquella época, en el equipo de 3º de EGB del Asunción Rincón, lo lucía Raúl Velasco (un zurdo veloz de mi clase), así que yo no podía llevarlo. Y tampoco estaba libre el '8' de Mijatovic, mi jugador favorito.
Fue entonces cuando mi madre fue a Pontejos y me compró un '1', y al plancharlo junto al '7', el '17' entró en mi vida. (Como dato curioso: por aquella dorada época madridista, el '17' pertenecía a Christian Panucci, fulgurante lateral derecho italiano que no se despeinaba ni rematando un córner).

Desde ese momento he vivido ligada al 17. Por ejemplo, los 17 fueron mi edad dorada, he tenido la suerte de conocer a personas muy especiales que también juegan con el 17 a la espalda, y decenas de veces me he subido en trenes de metro que llevaban el número 17.

Casualidad y romanticismo, diréis. Pues sí, quizá, pero cuando menos me lo espero, y cuando más lo necesito, el 17 aparece de alguna manera en mi vida para hacerme sonreír y creer que existen cosas que se escapan de la lógica, cosas mágicas o místicas que hacen de nuestra existencia -o al menos de la mía- algo especial.


Y por eso he decidido tatuarme...