30 de julio de 2009

Spotify me ha hecho sentir vieja

Últimamente, como veo que inexorablemente me acerco a los 25, tiendo a sentirme bastante vieja, pero ahora mismo ha sido Spotify quien me ha hecho sentirlo.

Estaba muy contenta esta mañana porque he conseguido una invitación para poder utilizarlo, descubriendo lo útil que es. Lo he calificado incluso como 'el futuro' en Facebook.

Bueno, pues investigando me hallaba en este preciso instante cuando he filtrado por música de los 90' y me he encontrado con que la primera canción que me salía en la lista era The Kids aren't alright, de The Offspring. "¡Coño, Offspring! ¡Con lo que a mí me gustaban...!", me he dicho a mi misma, sonriente, a la vez que hacía click en el nombre del grupo.

Inmediatamente, ilusionada, he podido ir viendo toda la música que han hecho estos tipos. "¿Cuál era aquel disco que me grabó mi prima en un cassette...?" Y lo he visto: Ixnay on the hombre. "Joder, ¡pude escuchar este disco millones de veces!". Y sin tener ni idea de inglés... Recuerdo que mi prima me dejó el cassette original, en el que venía el libreto con las letras, y trataba de entenderlas. "¿Cuántos años tenía yo? ¿De qué año era esto?". 1997. -damn, 1997. Lo preocupante no es que yo tuviera 11 años, ni muchísimo menos, sino que ¡han pasado 12 años desde que yo lo escuchaba!


Cuando un día de tu vida te das cuenta de que recuerdas lo que pasó hace una década, te sientes vieja...

...y qué temazos Offspring! Hasta una cover de 'Feelings'!

14 de julio de 2009

En verano

En verano me aburro mucho. En verano paso mañanas tediosas en el trabajo (curre donde curre) porque no suele haber mucho que hacer.

En verano fumo demasiado. De mis cigarros exclusivos cuando salgo de fiesta (una cajetilla mínimo por noche loca), paso a un paquete cada 2 ó 3 días.

En verano dejo de hacer deporte excepto ocasionales pachanguillas de fútbol.

En verano fumo más porros, porque con el buen tiempo me apetece estar más tiempo en la calle.

En verano juego mucho más a la Play, lo que también a su vez incrementa el ya mencionado consumo de pitis y porros.

En verano gasto mucho más de móvil a pesar de que me apunto a todas las promociones que me ofrece Movistar.

En verano sólo pienso en la playa, en el mar y en la arena, en el ruido de las olas...

En verano, Alvarito y yo decimos que "el barrio está muy fresco", y es que en verano es super fácil aparcar, porque la gente está de vacaciones y siempre hay un sitio en la misma puerta de mi casa. Eso me gusta.

En verano se me da bien estudiar. Ha habido dos 'septiembres' en los que he aprobado cinco asignaturas tranquilamente, y espero que este sea igual, porque sólo me quedan cuatro para acabar la carrera.

En verano no tengo agenda y vivo bastante despistada, porque siempre tengo un montón de cosas tontas o no tontas que hacer y se me suelen olvidar. Las apunto en papeles sueltos que termino perdiendo.

En verano siempre descubro algunos temitas sexys que escucho hasta aburrirme. De momento, en lo que va de verano, tengo dos:






13 de mayo de 2009

Esto no es ser mujer

Vale que yo soy un poco radical, y vale que por las mañanas estoy especialmente irascible, pero cuando llego al trabajo y empiezo a escuchar los cacareos de la panda de gallinas que tengo al lado, me pongo enferma. Son cinco y arman la misma escandalera que cincuenta. Desearía poder levantarme, acercarme a ellas y decirles todo lo que pienso.

Lo primero: trabajamos en una redacción, no en una peluquería o un mercado; con lo cual, lo de hablar a voces, ya que no hay ruido, está demás. Especialmente si somos conscientes de que a mí no me importa en absoluto que Fulana haya adelgazado dos kilos desde que empezó su nueva dieta, o que Mengana, 'en sus tiempos' tomara la píldora del día después. No tienen por qué forzarme a que me entere. Violan mis oídos.

Continúan con sus juicios éticos y morales sobre cualquier tema. Hablan con una ligereza preocupante acerca de cualquier cuestión: política, religión, deporte, cine o moda. Son periodistas, así que saben de todo. Da igual un proyecto de ley que un partido de fútbol. Para ellas todo va en el mismo saco de su opinión personal, 'porque soy mujer, periodista, y porque yo lo valgo'. Seguras de sí mismas, tienen todas las soluciones para arreglar el mundo, ¡las putas reinas de la opinión pública! Supongo que pretenden que sus vidas profesionales rellenen los vacíos que hay en sus vidas personales.

Como tienen la regla, votan y trabajan fuera de casa, vomitan las palabras sin pensar. ¡Están en su derecho!

Cuantos más años llevaba un padre violando a su hija, cuantos más muertos ha habido en un atentado, más importancia tiene la noticia. Así de inteligentes son sus criterios periodísticos.

Tarde o temprano, a lo largo del día llega el 'momento malmeter'. A todo ser humano le gusta el cotilleo. Activa o pasivamente, contar algo sobre alguien a otro alguien es inevitable. Pero ellas malmeten. Hablan mal sobre alguien a sus espaldas, y luego de cara le sonríen. Me pone triste.

Ríen a carcajadas: cuánto más alto lo hacen, más podrán repetir luego lo mucho que adoran su trabajo y lo bien que se llevan con sus compañeras. Canturrean canciones, así se sienten más jóvenes.

El machismo es una de las cosas que más odio, me pone furiosa y violenta -por desgracia lo vivo en mis carnes más de lo que me gustaría-, pero este especimen de mujer del que os hablo, este feminismo de palo, este aborto de fémina liberada... me sobrepasa. Como persona, me da pena, y como mujer, vergüenza.

8 de abril de 2009

XVII

Prácticamente todo el mundo tiene un número favorito, pero luego están los números especiales, no sé muy bien cómo definirlos.
Un número especial es ese que va contigo, que te pertenece igual que tú a él; una vez que entra en tu vida, sabes que va a estar contigo siempre. Pero no es que te vaya a perseguir, sino que te va a acompañar.


Pues mi número es el 17. El primer recuerdo que tenemos juntos es bonito. Cuando empecé a jugar en el equipo de fútbol de mi cole, emocionada, recibí la equipación: pantalón blanco y camiseta naranja. Y a la espalda, el número 7. Por aquella época, en el Real Madrid era un jovencísimo Raúl González en pleno auge quien lucía el '7', y por aquella época, en el equipo de 3º de EGB del Asunción Rincón, lo lucía Raúl Velasco (un zurdo veloz de mi clase), así que yo no podía llevarlo. Y tampoco estaba libre el '8' de Mijatovic, mi jugador favorito.
Fue entonces cuando mi madre fue a Pontejos y me compró un '1', y al plancharlo junto al '7', el '17' entró en mi vida. (Como dato curioso: por aquella dorada época madridista, el '17' pertenecía a Christian Panucci, fulgurante lateral derecho italiano que no se despeinaba ni rematando un córner).

Desde ese momento he vivido ligada al 17. Por ejemplo, los 17 fueron mi edad dorada, he tenido la suerte de conocer a personas muy especiales que también juegan con el 17 a la espalda, y decenas de veces me he subido en trenes de metro que llevaban el número 17.

Casualidad y romanticismo, diréis. Pues sí, quizá, pero cuando menos me lo espero, y cuando más lo necesito, el 17 aparece de alguna manera en mi vida para hacerme sonreír y creer que existen cosas que se escapan de la lógica, cosas mágicas o místicas que hacen de nuestra existencia -o al menos de la mía- algo especial.


Y por eso he decidido tatuarme...

9 de marzo de 2009

Loving Ariadna Gil

Ariadna Gil siempre me ha llamado la atención, especialmente desde que vi Soldados de Salamina. Su gesto serio, su voz, su manera de fumar...
Siempre me han fascinado este tipo de mujeres, que son guapas pero sin ser guapas, no sé si me entendéis. Hay guapas tipo Charlize Theron o Gisele Bündchen, guapas indiscutibles, y luego están las guapas tipo Ariadna Gil, de las que tienen un algo especial que hace de su belleza algo único... y atractivo.

La tarde-noche del jueves pasado, sola en casa, decidí desempolvar la típica película que llevas años pensando ver pero para la que al final nunca tienes un rato. Esta vez lo tuve, así que hice palomitas y me tumbé en el sofá, no os negaré que con la certeza de que me iba a quedar dormida, y comencé a ver
Belle Epoque.

Sabía que era de Fernando Trueba, que ganó un Oscar y nueve Goyas y que salían un montón de grandes actores españoles (incluyendo Ariadna Gil), pero no tenía ni idea de qué iba la película, ni idea. Y es algo que me encanta.
Cuando ves una película sin haber visto el trailer o cuando lees un libro sin haber leído siquiera la contraportada, las probabilidades de que esa película te encante se multiplican por dos. Es como una droga... ver Padre de Familia tiene gracia, pero verlo
fumao tiene todavía más. Pues cambiad los porros por ignorar el argumento, y ahí tenéis la sensación.

Cuando me di cuenta de que el prota era Jorge Sanz no me hizo mucha gracia, porque no sé por que extraña razón le tengo bastante manía a ese chico, y eso que personalmente no me ha hecho nada; y de hecho me lo encuentro bastantes veces por mi barrio.

A lo que voy: que no sé si me enamoró más la película o Ariadna Gil. Al principio, su papel me parecía raro y desconcertante, pero según iba avanzando la película... me tenía embelesada. No soy una experta en cine ni mucho menos, pero su papel, y sobre todo su manera personal de interpretarlo me parecieron de lo mejor que he visto en mi vida.

Y no por Violeta, sino por Ariadna. Si en vez de ella hubiera sido otra actriz la que hubiera aceptado ese rol, estoy completamente segura de que ahora mismo no estaría, eclipsada, escribiendo este post.

4 de marzo de 2009

Sueño [03/03/09]

Me iba con mis padres, hermano y algunos de mis tíos a un complejo de superlujo en el Caribe o algún lugar por el estilo. A mí me hacía ilusión el viaje porque llevo una época bastante asfixiante en Madrid. El sitio era enorme, lleno de pasillos, salones y ascensores, todo en plan luxury, y estaba poblado de gente mayor, muy mayor.

Fui a dar un paseo por hotel, para ver qué había, y al pasar por diferentes 'salones-bar', los camareros sudamericanos me decían piropos demasiado subidos de tono que me resultaron desagradables. Pasé por un salón llamado 'Sala Cocaína' en el que había diferentes grupos de la tercera edad pintándose unas rayas en las mesas, habilitadas incluso con instrumental para ello. No daba crédito.

Cuando volví a encontrarme con mi familia, estaban todos borrachos perdidos, pero perdidísimos. Ofendida, intentaba explicarle a mi madre lo cerdos que eran los camareros y lo raro que me resultaba aquél lugar, por muy de super lujo que fuera, pero mi madre estaba tan borracha que lo único que hacía era reírse y decirme que la dejara en paz, que estaba de vacaciones y que iba a meterse farlopa que había traído mi tío Raúl.

Yo lo flipaba, ¿y dónde estaba mi hermano...? ¿Y cómo se llegaba a mi habitación...?


Todo el mundo va a su puta bola.


25 de febrero de 2009

Enamorarse en el metro

¿Cuántas veces os habéis enamorado en el metro...?

Desde que tengo coche se me había olvidado. Ahora mi coche se ha roto y he vuelto a recordar la cantidad de veces al día que soy capaz de enamorarme en 30 minutos de trayecto en el suburbano.

Y ya que viene al caso, os dejo este magnífico corto sobre el tema, con una Ariadna Gil jovencísima...

22 de febrero de 2009

Estoy con Pe

Pe es una tipa que me cae bien. El otro día, algunos miembros masculinos de mi familia, whisky en mano, hicieron alarde de ese machismo recalcitrante que me saca de mis casillas diciendo que Pe era una zorra por su larga lista de novios y aseguraban que el progreso de su carrera como actriz lo había logrado a base de polvos. En fin, no voy a entrar en el estúpido debate de por qué una tía es puta y por qué un tío es un machote cuando cada uno lleva una vida sexual plena y satisfactoria con quien le da la gana. Porque ese estúpido debate es el que me pone violenta e iracunda y hoy no me apetece, que es domingo por la mañana y hace sol en la capital.

Estoy segura de que me llevaría bien con Pe. Es una tía trabajadora y con estilo (me encantan todos los vestidos que luce en las galas, y es que o ella o su estilista saben cómo sacarle partido a ese spanish body que tiene); es una madrileña sencilla que se levanta de mal humor de la siesta y a la que no le gusta que le den el coñazo con su vida sentimental. Como todos.

Pe, sin duda, sería mi elección si me hicieran elegir en la típica encuesta de '¿Con qué personaje famoso se iría usted de cañas?'.

Excepto 'El curioso caso de Benjamin Button', no he visto ninguna de las pelis por las que compiten el resto de nominadas a mejor actriz de reparto, así que no puedo comparar, pero en 'Vicky Cristina Barcelona', Penélope lo clava. Para mí ella fue lo mejor de una peli de la que, tratándose de Woody Allen, me esperaba más.

Suerte para esta noche, Pe.

2 de febrero de 2009

Las lágrimas de Federer

Era la decimonovena vez que se veían las caras Roger Federer y Rafael Nadal. Pasaban ya cinco años desde que el consagrado tenista suizo se cruzaba en las pistas de Miami con una joven promesa española de tan sólo 17 años. Y Federer perdió. Y desde entonces Nadal, sin intención alguna, se convirtió en su peor pesadilla.

Durante todo el año pasado, en los cuatro partidos en los que se enfrentaron (en las finales de Montecarlo, Hamburgo, Roland Garros y Wimbledon), Federer fue incapaz de ganar a Nadal. Un Nadal al que todos, incluido el suizo, hemos visto madurar como persona y como tenista. Junto a estos títulos, a Roger se le escapó la corona de número uno del tenis, también en manos de Rafa. Le tocaba pasar a ser el número dos.

Roger no ha podido más. Todos tenemos propósitos de año nuevo, y Federer quería hacerse con este primer Grand Slam de la temporada para así igualar el récord de Pete Sampras. Pero no pudo ser. Tras más de cuatro horas en un épico partido marcado por el terrible calor presente en la Rod Laver Arena, Rafael Nadal, con ese tenis de desgaste tan suyo, se convirtió en el primer español en llevarse el Abierto de Australia.

La imagen del partido no fue ese Rafa tan sudoroso como victorioso tumbado en suelo. La imagen del partido fueron el cansancio y la frustración acumulados, tanto de este duelo como de los 18 anteriores, reflejados Roger Federer, estandarte la técnica y la clase en el tenis, llorando desconsoladamente.

Seguramente el de Basilea sea el tenista al que más admira Nadal, y precisamente por ello, Rafa no daba crédito a lo que estaba ocurriendo cuando escuchó a su rival decir "esto me está matando..." para, acto seguido, romper a llorar. Lo intentaba, pero en lugar de palabras, brotaban las lágrimas.

Federer no odia a Nadal, pero mientras el joven español se ve laureado torneo tras torneo, y se va convirtiendo en una auténtica leyenda del tenis, Federer contempla con impotencia cómo su propia carrera va perdiendo fuelle. Y a pesar de ese gesto serio al que nos tiene acostumbrados, esta situación no le deja impasible ni siquiera a él.

A nadie le gusta perder, a nadie. Pero mucho menos gusta ver cómo se llevan lo que un día fue tuyo. Eso, además de molestar, duele.

1 de febrero de 2009

La nieve no va conmigo

Desde que soy un poco más periodista de verdad (el 1 de diciembre empecé a trabajar como becaria el la sección de Deportes de El Mundo, en la versión digital del periódico), ya casi no escribo en el blog. Y además estoy volcadísima con el fútbol, no paro, me paso el día entrenando o jugando partidos hasta el punto de que a veces me duele hasta el mero hecho de estar de pie.

Maldito invierno. A parte de éste, sólo he vivido 21 más, pero de verdad que no recuerdo ninguno tan duro. ¡Me río yo de Al Gore y el cambio climático...! Hasta el mes pasado, nunca había visto nevar tantísimo, y mucho menos había visto Madrid, mi barrio, mi parque, así de blancos.

Tampoco había sacudido nunca mi abrigo mientras veía caer copos de nieve al suelo.
Mucho menos me había visto incomunicada, teniendo que plantearme dejar abandonado a mi pobre Ford Escort en el barrio de Hortaleza, donde trabajo, para volverme a casa en metro dada la peligrosidad del trayecto debido al estado de las carreteras.


Me parece raro todo, como de mentira, como cuando caminaba por las calles de Nueva York y, a pesar de estar pisando el suelo firme, me daba la impresión de que no era real... Es difícil de explicar.

No sé cómo la gente de los países nórdicos consigue acostumbrarse a vivir en este clima. Ahora estoy leyendo 'La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina', la continuación de 'Los hombres que no amaban a las mujeres'. Ambos libros se desarrollan en Suecia, país al que pertenece su fallecido autor Stieg Larsson, y país que admiro -pienso que son un paso más en la evolución social de la Humanidad-, y me fascina cómo el ser humano es capaz de hacerse a temperaturas tan extremas, y sobre todo, soportarlas de continuo, todos los días de su vida. Yo odio el frío, me paraliza, me quita las ganas de todo; si supiera que este clima no va a desaparecer de aquí a unos meses, estaría muy deprimida, de verdad. Necesito el sol y el calor. Y quitarme la ropa.

La verdad es que este post no tiene mucho sentido, será que estoy perdiendo la práctica. O que tengo tantas cosas que contar que no sé por dónde empezar...