2 de febrero de 2009

Las lágrimas de Federer

Era la decimonovena vez que se veían las caras Roger Federer y Rafael Nadal. Pasaban ya cinco años desde que el consagrado tenista suizo se cruzaba en las pistas de Miami con una joven promesa española de tan sólo 17 años. Y Federer perdió. Y desde entonces Nadal, sin intención alguna, se convirtió en su peor pesadilla.

Durante todo el año pasado, en los cuatro partidos en los que se enfrentaron (en las finales de Montecarlo, Hamburgo, Roland Garros y Wimbledon), Federer fue incapaz de ganar a Nadal. Un Nadal al que todos, incluido el suizo, hemos visto madurar como persona y como tenista. Junto a estos títulos, a Roger se le escapó la corona de número uno del tenis, también en manos de Rafa. Le tocaba pasar a ser el número dos.

Roger no ha podido más. Todos tenemos propósitos de año nuevo, y Federer quería hacerse con este primer Grand Slam de la temporada para así igualar el récord de Pete Sampras. Pero no pudo ser. Tras más de cuatro horas en un épico partido marcado por el terrible calor presente en la Rod Laver Arena, Rafael Nadal, con ese tenis de desgaste tan suyo, se convirtió en el primer español en llevarse el Abierto de Australia.

La imagen del partido no fue ese Rafa tan sudoroso como victorioso tumbado en suelo. La imagen del partido fueron el cansancio y la frustración acumulados, tanto de este duelo como de los 18 anteriores, reflejados Roger Federer, estandarte la técnica y la clase en el tenis, llorando desconsoladamente.

Seguramente el de Basilea sea el tenista al que más admira Nadal, y precisamente por ello, Rafa no daba crédito a lo que estaba ocurriendo cuando escuchó a su rival decir "esto me está matando..." para, acto seguido, romper a llorar. Lo intentaba, pero en lugar de palabras, brotaban las lágrimas.

Federer no odia a Nadal, pero mientras el joven español se ve laureado torneo tras torneo, y se va convirtiendo en una auténtica leyenda del tenis, Federer contempla con impotencia cómo su propia carrera va perdiendo fuelle. Y a pesar de ese gesto serio al que nos tiene acostumbrados, esta situación no le deja impasible ni siquiera a él.

A nadie le gusta perder, a nadie. Pero mucho menos gusta ver cómo se llevan lo que un día fue tuyo. Eso, además de molestar, duele.

2 comentarios:

100% dijo...

El otro dia estuve siguiendo el partido desde el curro en el mundo.es, pero hasta las tres horas de partido no me di cuenta que los comentarios eran tuyos

Crispas dijo...

Fue un momento super tierno...