1 de febrero de 2009

La nieve no va conmigo

Desde que soy un poco más periodista de verdad (el 1 de diciembre empecé a trabajar como becaria el la sección de Deportes de El Mundo, en la versión digital del periódico), ya casi no escribo en el blog. Y además estoy volcadísima con el fútbol, no paro, me paso el día entrenando o jugando partidos hasta el punto de que a veces me duele hasta el mero hecho de estar de pie.

Maldito invierno. A parte de éste, sólo he vivido 21 más, pero de verdad que no recuerdo ninguno tan duro. ¡Me río yo de Al Gore y el cambio climático...! Hasta el mes pasado, nunca había visto nevar tantísimo, y mucho menos había visto Madrid, mi barrio, mi parque, así de blancos.

Tampoco había sacudido nunca mi abrigo mientras veía caer copos de nieve al suelo.
Mucho menos me había visto incomunicada, teniendo que plantearme dejar abandonado a mi pobre Ford Escort en el barrio de Hortaleza, donde trabajo, para volverme a casa en metro dada la peligrosidad del trayecto debido al estado de las carreteras.


Me parece raro todo, como de mentira, como cuando caminaba por las calles de Nueva York y, a pesar de estar pisando el suelo firme, me daba la impresión de que no era real... Es difícil de explicar.

No sé cómo la gente de los países nórdicos consigue acostumbrarse a vivir en este clima. Ahora estoy leyendo 'La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina', la continuación de 'Los hombres que no amaban a las mujeres'. Ambos libros se desarrollan en Suecia, país al que pertenece su fallecido autor Stieg Larsson, y país que admiro -pienso que son un paso más en la evolución social de la Humanidad-, y me fascina cómo el ser humano es capaz de hacerse a temperaturas tan extremas, y sobre todo, soportarlas de continuo, todos los días de su vida. Yo odio el frío, me paraliza, me quita las ganas de todo; si supiera que este clima no va a desaparecer de aquí a unos meses, estaría muy deprimida, de verdad. Necesito el sol y el calor. Y quitarme la ropa.

La verdad es que este post no tiene mucho sentido, será que estoy perdiendo la práctica. O que tengo tantas cosas que contar que no sé por dónde empezar...

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